viernes, agosto 04, 2006

Triunfo al amanecer.

A las cinco de la mañana, una hora despues de lograr conciliar el sueño y tres horas antes de despertarme para irme a trabajar Capicúa sube a mi cama y me llama con sus patas como suele hacerlo cuando necesita salir un momento. No le hago caso. Ella insíste y ahora ladra como cuando alguien te llama tomando con una mano el barandal de las escaleras y te grita que de prisa, que sea lo que sea que tengas que hacer, te estas tardando.
Abro los ojos. Estoy enojada contigo, no me has dejado dormir nada. Deladea la cabeza y mueve la cola. Tiene algo en el hocico. Lo deja encima de mi, sobre el pecho y ladra otra vez, como cuando alguien te dice mira como ya puedo manejar mi bicicleta o escucha como ya puedo tocar el círculo de sol, o ya aprendi a tomarme la pastilla sin que se me trabe.
Yo lo siento sobre mi, algo pequeño y oscuro que apenas, entre la penumbra logro percibirl pero no ver. Prendo la lámpara y encuentro (la bicicleta, la guitarra, el trago de agua con la pastilla) un pequeño ratón agonizante que tiembla sobre mi corazón. Mi perra mueve la cola emocionadísima. Tardo en reaccionar y cuando lo hago, Capicúa parece adivinarlo; enseguida toma al ratón entre sus dientes y de un salto se aleja de mi y se esconde.
No quiere soltar su trofeo. Su hermosísimo premio gris y afelpado. La cola le cuelga de entre la trompa y creo adivinar que ella no entiende por que yo no la felicito ni estoy feliz. Siete horas de arduo trabajo y paciencia deberian de hacerme orgullosa.
A mi se me revuelve el estómago. Y no se me ocurre nada más que bajar a la cocina, abrir el refrigerador y ofrecerle un pedazo de carne a Capicúa con el fin de que habra su boca y suelte a la víctima. Luego de insistir un poco lo logro.
Mi perra sucumbe al bocadillo y mientras barro y pongo en el recogedor la evidencia del delito pienso que de verdad esta casa es de un par de necias que por las madrugadas, entre insomnios y horas de espera consiguen lo que quieren y luego terminan perdiendolo por algo que se ha conseguido sin el menor esfuerzo.

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