Cuando no me encuentro al verme en el espejo.Sonrio.
Tampoco estoy ahí.
Es un alivio no encontrarme en este mundo. En estas épocas.
martes, septiembre 27, 2005
lunes, septiembre 26, 2005
lunes, septiembre 05, 2005
***
Me desperté con moretones en la muñeca, te conté mi sueño y te reíste...
Ya no puedo recordar el sueño, pero sí lo que sentí, por que regresa a mi cada vez que l intento dormir un poco...Despues de varias lágrimas por fin comprendo y sonrío...
Desde ahora, puedo saber perfectamente por que no puedo dormir por las noches , por las
madrugadas, durante los días y las tardes...Tengo una razón que dar (que darme) por la que
no duermo.
No podía haberme pasado nada mejor en esta mi caída hacia el abismo.
Ya no puedo recordar el sueño, pero sí lo que sentí, por que regresa a mi cada vez que l intento dormir un poco...Despues de varias lágrimas por fin comprendo y sonrío...
Desde ahora, puedo saber perfectamente por que no puedo dormir por las noches , por las
madrugadas, durante los días y las tardes...Tengo una razón que dar (que darme) por la que
no duermo.
No podía haberme pasado nada mejor en esta mi caída hacia el abismo.
Última entrevista
La última entrevista fue triste.
Yo esperaba una decisión imposible:
que me siguieras a una ciudad extraña
donde sólo se había perdido un submarino alemán
y tú esperabas que no te lo propusiera.
Con el vértigo de los suicidas
te dije: « Ven conmigo»
sabiéndolo imposible
y tú -sabiéndolo imposible- respondiste:
«Nada se me perdió allí» y diste la conversación
por concluida.
Me puse de pie
como quien cierra un libro
aunque sabía -lo supe siempre-
que ahora empezaba otro capítulo.
Iba a soñar contigo
-en una ciudad extraña-,
donde sólo un viejo submarino alemán
se perdió.
Iba a escribirte cartas que no te enviaría
y tú, ibas a esperar mi regreso
-Penélope infiel- con ambigüedad,
sabiendo que mis cortos regresos
no serían definitivos.
No soy Ulises. No conocí
Itaca. Todo lo he perdido
Yo esperaba una decisión imposible:
que me siguieras a una ciudad extraña
donde sólo se había perdido un submarino alemán
y tú esperabas que no te lo propusiera.
Con el vértigo de los suicidas
te dije: « Ven conmigo»
sabiéndolo imposible
y tú -sabiéndolo imposible- respondiste:
«Nada se me perdió allí» y diste la conversación
por concluida.
Me puse de pie
como quien cierra un libro
aunque sabía -lo supe siempre-
que ahora empezaba otro capítulo.
Iba a soñar contigo
-en una ciudad extraña-,
donde sólo un viejo submarino alemán
se perdió.
Iba a escribirte cartas que no te enviaría
y tú, ibas a esperar mi regreso
-Penélope infiel- con ambigüedad,
sabiendo que mis cortos regresos
no serían definitivos.
No soy Ulises. No conocí
Itaca. Todo lo he perdido
Suscribirse a:
Entradas (Atom)